jueves, 7 de abril de 2011

El Paraje del Lago




Mi vida cambió a raíz de las últimas vacaciones familiares. Nuestro destino, un pueblo
paradisiaco que apenas constaba en los mapas. Se trataba de un lugar deshabitado, sólo
en verano era visitado por algunos curiosos que se acercaban para ver  las moradas en
las que  vivían nuestros antepasados. Durante la semana previa a mi traslado vacacional
mi pareja decidió acabar con nuestra relación. Esto unido a mis pocas ganas de visitar
ese exiguo lugar hizo que el viaje en coche fuera más insoportable de lo habitual. El
vehículo era de una pésima comodidad, arcaico y como colofón mi hermano estaba
insoportable con su videoconsola y mi hermana rompía el silencio con su inaguantable
música.

Después de más de ocho horas de trayecto llegamos a aquella villa rural. Bajo
la penumbra de la luna nos situamos en el bohío que vimos a escasos metros del mar.
Por la mañana decidimos deambular por una bifurcación que había en el  norte del
pueblo. Allí encontramos el nombre de la peculiar aldea, colgado de un aviso que
indicaba el fin del camino constaba su seudónimo. Estaba escrito en una lengua
desconocida, pero que se asemejaba al griego por ello, pudimos obtener una traducción
que revelaba su verdadera identidad. Aquel lugar donde pasaríamos nuestras vacaciones
estivales se llamaba El Paraje del Lago.
Llegada la hora de comer decidimos volver a nuestra nueva casa, con todo lo que
trajimos, nos dispusimos hacer una comida rápida, ya que poco después íbamos a coger
una  pequeña embarcación que había a orillas del mar, más tarde mi padre revisó las
velas,  puso en funcionamiento el barco y partimos a una pequeña isla que divisamos
desde el jardín del bohío, durante el trascurso vimos una exquisita variedad de peces
que dejó anonadado a mi hermano de apenas siete años. Pasados unos minutos nos
aproximamos a tocar tierra en aquella isla misteriosa para mis hermanos, brillante para
mis padres e insignificante para mí. A continuación todos juntos nos dirigimos a un
pequeño faro que había en la isla, en su interior no se reflejaba nada más que su
excentricidad, visible desde su exterior con sus fríos colores. Era uno como tantos otros
faros, con una pequeña cama, cocina y baño. Lo imprescindible para vivir en aquellos
tiempos, pero ahora éste había sido automatizado privando a cualquier persona de
visitar este magnífico paraíso que para mí se convirtió en mi mayor pesadilla desde el
momento en que se planteó alojarnos aquí.

Tras un largo período de tiempo dedicado a contemplar el acantilado, los valles, la playa
desde la cual divisábamos nuestra casa y una larga sesión de fotos con la que mi madre
puso fin a las pilas de la cámara por ese día, decidimos regresar a la cabaña, además la
noche comenzaba a caer y con ella el cansancio.

El inicio del segundo día en la aldea fue monótono, ningún acontecimiento podría
perdurar en un futuro más que el aburrimiento. Pero llegada la tarde el día fue cobrando
vitalidad y con ella mi hermano pequeño decidió salir a jugar a la playa mientras mis padres salieron a pasear por la montaña y mi hermana y yo nos quedamos en el jardín vigilando a mi hermano, cuando en un descuido mi mente se quedó en blanco, acto seguido mi cuerpo se estremeció y de mis labios salió su nombre Ángel, el que hasta hacía unos días había sido mi compañero en mi andadura por esta vida. Poco después mi hermana Carla me advirtió que el niño no estaba, pero yo no hice caso, inmersa en la melancolía de mi ser, tras la pérdida de la persona a la que yo amé durante tanto tiempo
y a la que sigo amando. Pasados unos minutos Carla empezó a gritar el nombre de mi hermano, Mario. Al no verlo ni oírlo corrimos en su búsqueda, tras horas de incesante desesperación mi hermano no apareció. Fue en ese preciso momento donde la pesadilla comenzó a ser colectiva. Después de un paseo agradable, mis padres volvieron con el último rayo de sol. Tras recibir la noticia continuamos buscándolo pero los
esfuerzos fueron en vano.
A la mañana siguiente decidimos explorar todo lo que anteriormente habíamos visitado
y para nuestra sorpresa junto a nuestro viejo coche había un lujoso descapotable negro.
 Éste podría ser la respuesta de dónde estaba mi hermano. Por la tarde toda la aldea
quedó examinada, a excepción de la isla que decidimos dejarla en segundo término
hasta que Marta, mi madre, le pareció ver a Mario junto al acantilado. Desconocíamos si
todo esto era cierto o simplemente una ilusión, pero al día siguiente
decidimos partir de nuevo a la isla expectantes de nueva información. A este nuevo
viaje solo iríamos mis padres y yo mientras mi hermana Carla de veinte años se
quedaría vigilando en la cabaña y también cualquier movimiento en los coches.
En la isla sólo encontramos un zapato de mi hermano y la pelota con la que estaba
 jugando justo antes de desaparecer. Al volver al bohío Carla no se encontraba allí,
fuimos a ver donde estaba, pero no se encontraba cerca de  los coches. Otra
desaparición más en apenas unos días. ¿Quién sería el próximo? ¿Por qué? Esas y otras
preguntas fue la constante fuente de conversación en la noche más larga de mi vida.

Con el inicio de otro día, mis mayores presagios se estaban cumpliendo. Después de
tomarnos un café seguimos indagando cada rincón de esa pudiente aldea. A lo largo de
la mañana decidimos separarnos en dos grupos, por una parte mis padres y por otro lado
yo. Fue entones cuando comencé a suponer el porqué de todo lo que estaba sucediendo.
No había razón alguna que inculpara a este lugar. Todo era fruto de una venganza y por
mi cabeza sólo vagaba un nombre, Ángel.

Sumergida en mis pensamientos no advertí el pozo que había delante de mí y caí
vertiginosamente en él.
Una vez recobré la conciencia tras el fuerte impacto que recibí en la cabeza pude ver
que en su interior había un corredor. Así que no tuve otra opción más que seguir por su
sendero . La única compañía que tuve fue la oscuridad. Después de horas incalculables
perdidas en ese subterráneo, el camino llegaba a su fin y frente a mí había una
escalinata. Ésta estaba en mal estado, pero ante las ganas de salir al exterior corrí a
subirlas. Para mi desgracia no tenían fin, y volver hacia atrás sería una muerte segura,
así que seguí escalando ante el agotamiento. A altas horas de la madrugada, el hastío
cesó. Pude salir al pueblo gracias a una pequeña trampilla que se dejaba ver al finalizar
 la escalinata.
Para mi sorpresa, al salir de la tenebrosidad  vi una luz a lo lejos, me acerqué y con mis
propios ojos observé que esa luz provenía de una suntuosa casa. Junto a ella, estaba el
coche que describió mi hermana.
Ante la duda y el temor de tener a pocos metros al causante de la desaparición de mis
hermanos decidí quedarme esa noche cerca de la casa. Pasé el crepúsculo bajo el cobijo
de un abeto y con el esbozo de la mañana pude ver que el coche ya no estaba. Así que
decidí entrar en la casa. Allí podrían estar mis hermanos y lo que es peor, sus cuerpos
sin vida.
Después de estar un largo tiempo planteándome como actuaria en diversos casos que
podrían suceder en el interior de esa majestuosa mansión, me adentré en ella con la sola
compañía de mi temor. Me acerqué a la entrada, cubierta de  una pintoresca variedad de
flores. Acto seguido miré por la ventana desde la cual pude ver a alguien en la cocina,
así que no pude más que entrar, pero la estrategia había cambiado, ya no podía
 arriesgarme a entrar por la puerta de atrás. Hube de tocar la puerta. Después de varios
minutos sin obtener respuesta, la puerta se abrió con un chasquido irritante al compás
que una voz grave que decía -¿Quién eres?-. En ese instante no pude más que
responderle, pero con una voz insostenible. –Mi nombre es Lucía-. Sin más cuestiones
me invitó a entrar en la casa.

Durante el intervalo que fuimos a un gran salón, el silencio fue el detonante que
encendió la llama de mi pavor. La casa en su interior no se asemeja a su máscara blanca
con su jardín veraniego. Dentro de la mansión todo era tenebroso y promiscuo. Pasados
unos minutos el señor que abrió la puerta me ordenó que permaneciera junto al piano
que había frente una chimenea, posteriormente se marchó.

Mi paciencia con el paso de las horas se fue esfumando y nadie entraba en la gran sala.
Llegado el ocaso la chimenea se entreabrió y de allí salió Carla y  poco después se
volvió a cerrar. Sin más preámbulos comenzamos a correr por la casa buscando una
salida. Todo estaba oscuro y no se podía ver nada. De repente sentí que algo tocaba mi
espalda. Era una mujer de un aspecto descuidado, por su apariencia tendría unos
cincuenta años, pero al igual que todo lo que sucedía en esa misteriosa aldea,
desconocíamos porqué estaba allí.
Después de ese momento no recuerdo nada más hasta que aparecí en una sala junto
a mi hermana. Era la misma que anteriormente había hecho estallar mi paciencia y en la
cual encontré a Carla.
El tiempo para mí se había detenido desde el momento en que pisamos esta miserable
aldea, pero según mi hermana, llevábamos inmersos en el espeso bosque unas semanas.
 Con ello volví a recordar que no sólo estaban en la aldea mis hermanos sino también
mis padres, de  los cuales desconocía su paradero.

Mientras las hermanas estaban unidas, los padres, Javier y Marta ante la desesperación
de la desaparición de sus tres hijos decidieron pedir ayuda. Se marcharon de la aldea ya
que pensaron que si se quedaban buscándolos, ellos mismos podrían ser los siguientes y
esto no solucionaría nada.
 Dos semanas después de la primera pérdida, volvieron a El Paraje del Lago. Esta vez
contaban con el apoyo de varias unidades policiales, seguidamente desplegaron un
dispositivo en el cual pudieron esclarecer algunas incógnitas.
 Dos días después de intensas búsquedas apareció el pequeño Mario, al parecer se
encontraba en un pequeño lago de aparente escasez de agua, la ingenua criatura se
encontraba en perfecto estado de salud, pero por lo visto la ropa que llevaba puesta no
era la suya, lo que significaba que no había estado solo. Con el paso de los días y
después de ser sometido a infinidad de pruebas médicas, el benjamín de la familia no
volvía a ser tal como era antes de su desaparición, así que por consenso se decidió llevar
al niño a la capital, donde pasaría a ser internado para recuperar la estabilidad perdida,
pero Mario oyó lo que tenían previsto para él, escapó y en su huída, se reencontró con
su captor que, asustado  al conocer la expectación que había levantado su acción, lo dejo
seguir, pues  su objetivo no era otro  que tener  compañía humana, aquel hombre llegó
allí  años atrás arrastrado por su codicia e  imprudencia, este solitario hombre pertenecía
a una expedición encargada de investigar nuestras raíces, después de muchas semanas
en la aldea, se desvió de la ruta debido a una maléfica suposición que tenia de ese lugar.
Según documentos oficiales que citan el lugar, el lago del pueblo había sido vaciado
porque se creía que en su interior había una gran cantidad de minerales valiosos.
Además los compañeros de la expedición al finalizar en vano su misión y ver que
Alfonso no regresaba decidieron marcharse a la capital ya que no sabían a qué se debía
la extraña desaparición de su socio.
Por otro lado, Carla y Lucía seguían en la gran habitación presas de su miedo.
No supe todo lo que me estaba sucediendo hasta el último día en ese lugar, pero todo
comenzó a encauzarse cuando estuve con mi hermana y un señor de aspecto
andrógeno, éste era el dueño de la mansión y no había capturado a Carla, sino que la
había salvado de un hombre que la tenía presa en el coche, era el mismo descrito
anteriormente por mi hermana y similar al de mi ex pareja, por mi parte ya había
encontrado al culpable de todas las peripecias por las que pasamos en la aldea, sin
embargo mi hermana no creía en mí, según ella todo era causa del shock al que había
estado sometida las últimas semanas ya que nadie conocía las razones de nuestra
separación y en cierto modo ni yo misma lo sabía, y aunque tenía dudas al respecto, sus
acciones y mis pensamientos me decían que él ya no me quería. Sus motivos no fueron
más allá de que no me merecía, lo que ni el mismo se creía y yo dudaba de si era cierto,
todo era relativamente extraño. Definitivamente todo lo ocurrido tenía un culpable y mis
hipótesis dictaminaban que era él.
Mientras tanto el anciano me relató lo sucedido con mi hermana.-Mi única misión en
esta aldea es cuidarla de toda persona que intente agredirla, en los últimos años ha
estado vagando por el lago sagrado un hombre malévolo, así que desde que lo vi por
primera vez, tuve que escatimar en tranquilidad y desde entonces he tenido que
vigilarlo. Hace dos semanas y un día me encontraba caminando por los alrededores del
paseo marítimo y vi a tu hermana, sorprendido por ver a ésta extraña joven en mi
residencia, decidí acercarme a ella, pero al aproximarme este hombre malévolo
apareció y la llevó con él al lago. Me apresuré a seguirlos, pero mis piernas y mis años
no me permitieron alcanzarlos, así que al día siguiente me acerqué al lago y
discretamente pude verla en su interior, observé que el varón no estaba y en ésta ocasión
si pude acercarme a Carla y después de una pequeña conversación, la invité a
acompañarme hasta mi casa y aquí ha estado durante  todo éste tiempo hasta que  mi
mayordomo me avisó de tu llegada.
Después tu hermana me dijo que quería verte ,así que abrí mi portillo secreto  a
sabiendas que tu espíritu de exploradora te conduciría hasta aquí. El resto ya
lo sabes todo.
Inmediatamente le agradecí al anciano que cuidara de mi hermana y me brindara esa
información con la cual pude desmentir el nombre de  Ángel de todo lo sucedido, pero
el hombre no había acabado su intervención.-Disculpe señorita, hay algo más que le
interesaría saber.-Adelante caballero- -Ya sabe quien tenía a su hermana pero desconoce
quien tomó preso a su hermano, también es un hombre, pero en este caso es joven y
atractivo y vive aquí desde hace dos semanas-.
Después de su explicación todo comenzaba a tomar forma de nuevo, así que esperé al
amanecer del día siguiente para con la ayuda de Ignacio y Aurora, los propietarios de la
casa, dirigirnos al cuartel que tenían montado mis padres y el resto de operantes.
Gracias a ellos pudimos saber todo esto y llegar cuanto antes al campamento.
Mis padres se vieron gratamente emocionados al contemplarnos, muy felices por
sabernos sanas y salvas, pero les faltaba su hijo. Al finalizar Carla sus puntualizaciones,
comenzaron a inspeccionar los alrededores de la carretera que conducía a la capital.
Estupefactos todos contemplaron como se acercaba la silueta de un apuesto joven que
entre sus brazos portaba a una persona.
Al vernos comenzó a correr pero rápidamente cedió y entregó el individuo, pero ante el
desconcierto de todos, resultó ser que  no era Mario, Ignacio había errado en su
hipótesis ya que ésta era una niña de apenas unos cuatro años. Poco después el hombre
que resultó ser Ángel, explicó que encontró a la chiquilla quince días antes de que la
familia comenzara sus vacaciones, puso todos los medios a su alcance para averiguar
dónde podían estar los padres de la pequeña, saber algo de ella, pero sus esfuerzos
fueron nulos y ante el temor de que la niña fuera entregada en malas manos decidió
cuidarla él mismo.
Tras dos intensas semanas, comenzó a cogerle cariño a la pequeña, así que
decidió arriesgar su relación sentimental y quedarse con la niña. Después de oír sus
argumentos tubo menciones de héroe y no como habían pensado, un captor. Pero las
penurias no habían acabado para la familia Marchal ya que Mario no aparecía y en sus
mentes no discurría ninguna idea buena de lo que le pudiera haber pasado al pequeño y
aunque no perdían la esperanza de encontrarlo, no cesaban en su búsqueda.
Después de llevar un mes en la aldea, estaban muertos en vida, exhaustos, no
soportaban la idea de volver a perderlo, además de todo lo sucedido con anterioridad,
el último acto estaba por llegar.
Tres días más tarde Ignacio culminó el final de las desventuras de la familia y gracias a
él, el niño regresó con sus seres queridos y descubrieron que su segunda desaparición
había sido planeada por el pequeño. Fue por casualidad cuando un día el anciano
acompañado por su esposa pasó cerca del  lago y vieron encaramado en lo alto de un
árbol al niño, estaba temeroso, asustadizo , sintieron una situación extraña que los dejó
preocupados. Desde los últimos acontecimientos  la relación con Alfonso había
cambiado, ahora lo utilizaba para su beneficio, trabajaba día y noche explorando el lago
en el que nunca se encontró ningún mineral, pero el cual fue el contendiente de la locura
y avaricia del explorador.
Al pasar el matrimonio y ver la cara de espanto del niño se acercaron y al verlos
Alfonso huyó y pudieron rescatarlo.

El fin estaba llegando y con él las esperanzas de volver al  pasado esplendor. Al día
siguiente del  reencuentro, toda la familia se marchó de la aldea rápidamente, nadie
quería mirar atrás ni recordar la terrible experiencia que acababan de vivir.
Cuando llegaron a la ciudad Lucía y Ángel esclarecieron su situación, por otro lado
Carla unos años después se hizo una escritora internacional gracias a los libros que
escribió relatando lo sucedido en la aldea, sus padres y Mario continuaron con
su rutina y la pequeña niña abandonada fue llevada a un centro de adopción donde
 volvería a nacer. Por último Ignacio y Aurora continuaron su labor en el  poblado, pero
 ésta vez serían los responsables de mostrar los encantos, leyendas y vicisitudes  del
caserío a los miles de visitantes atraídos por las historias de Carla. En cuanto a Alfonso,
fue encontrado por uno de los visitantes en la isla donde  continuó con su consumación.

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